KALONIKO-NYKUR
(UN POCO DE TODO)
Los tiempos cambian y no
sólo tecnológicamente. A veces y muy en contra de nuestra voluntad, debemos
ajustarnos y aceptar lo que viene aunque por lo regular no sea lo mejor.
Antiguamente, la gente se
relacionaba con sus semejantes
para tener conocidos, hacer amigos, ampliar su círculo sin buscar ningún
interés sino era el de sentirse bien.
Las cosas han cambiado, pues
ahora nadie trata a nadie más de una vez a menos de que calcule positivamente
que puede obtener de la persona
algo en su beneficio. ¿Qué sucede con esta humanidad? Nos han puesto tan cerca
del precipicio que ya muy pocos tienen algo que ofrecer o dar, por lo que no
les queda otra solución que vivir sin relaciones verdaderas, ningún amigo y
menos alguien que ayude desinteresadamente.
Podemos decir que las cosas
en general están peor que ayer y mejor que mañana. ¿Existe alguna solución?
Todo la tiene, pero en ocasiones cuesta más ponerla en marcha que dejar todo
por el curso en que la humanidad lo lleva.
¿Cuántos verdaderos amigos
tiene usted, amigos … amigos, no conocidos? No me diga que superan los dedos de
una mano. Y, sobre todo, no se le ocurra ponerles a prueba para comprobar si
tengo la razón, porque entonces tendrá que superar la desilusión y tal vez la
depresión que agarre al darse cuenta que somos un mundo de conocidos egoístas,
nada más. ¿No es cierto que a
veces siente una inmensa soledad?
Crearon una serie de redes
sociales para apaciguarnos y que no nos demos mucha cuenta de lo que sucede,
pero tampoco funcionan, pues resulta que sólo sirven para conocer la imagen que
otros nos presentan.
por
Nykur
Moda y Vanidad
(mis personajes etéreos)
En la siguiente aparición ante mí de Moda y Vanidad, mis
personajes etéreos quisieron abundar en el tema de las
playas nudistas, donde en una de ellas nos conocimos.
Moda intervino para decir que fue a partir de los años 50
del siglo pasado, cuando en las costas francesas del
personajes etéreos quisieron abundar en el tema de las
playas nudistas, donde en una de ellas nos conocimos.
Moda intervino para decir que fue a partir de los años 50
del siglo pasado, cuando en las costas francesas del
Mediterráneo se hicieron populares esta clase de playas.
Agregó que de ahí pasó la práctica a Creta, hasta llegar a
las playas caribeñas. Vanidad, impaciente por hablar,
aclaró que tal aceptación fue apenas del siglo pasado,
porque durante cientos de años el nudismo fue vetado
Agregó que de ahí pasó la práctica a Creta, hasta llegar a
las playas caribeñas. Vanidad, impaciente por hablar,
aclaró que tal aceptación fue apenas del siglo pasado,
porque durante cientos de años el nudismo fue vetado
por el clero y las sociedades conservadoras de Europa y
América, llegando a prohibir esa práctica en muchos países.
Recuerdo, dijo Moda, que la isla de Rab, en Croacia, (1936)
fue la primera de Europa en aceptar en sus playas a los
grupos nudistas quienes adoptaron la norma de obtener
“un equilibrio entre el hombre y la naturaleza“.
América, llegando a prohibir esa práctica en muchos países.
Recuerdo, dijo Moda, que la isla de Rab, en Croacia, (1936)
fue la primera de Europa en aceptar en sus playas a los
grupos nudistas quienes adoptaron la norma de obtener
“un equilibrio entre el hombre y la naturaleza“.
Kalóniko.
UNA
POESIA, de
Nykur
Yo les tendí mis manos y no
vieron
lo que guardaba en ellas.
No vieron mis deseos, sólo
vieron
dos manos que pedían, dos
manos que se
cierran.
Y me quedé los brazos
extendidos
y con las manos llenas
de tierra, de paisajes, de
países,
de sueños y quimeras,
de anhelos infantiles,
de cosas que no llegan.
Y corrí de uno en otro
llamando en cada puerta
queriendo encontrar uno, ¡uno
tan sólo!
que al final comprendiera
que yo no pedía nada y que
ofrecía
lo mejor de mí mismo a manos
llenas.
Pero todos pasaban por el
mundo
con esa indiferencia
de los que ya no sueñan
litorales,
de los que nada esperan.
UNAS FRASES, de Nykur
Todos tienen razón en este
planeta … si les dejas hablar.
Cada camino y arroyo tienen,
mínimo, un remanso. Cada persona, en alguna parte de su interior, rápidos que
no saben adónde van.
Cada cual fabrica su propia
cárcel … aunque algunas no tengan barrotes.
CUENTO DE UNA PRINCESA
Hace tantos años que ni la
memoria de los más ancianos recuerda, existió un pequeño país de un continente
muy escondido, al que aún se puede llegar por medio de algo que muy pocos
conocen.
Y ahí vivió una princesa de
larguísimos cabellos dorados, piel rosada y sonrisa llena de luz. Sus ojos
siempre brillaban como si acabase de encontrar la verdad de toda la existencia.
De su cuerpo se desprendía ternura en cada gesto y de sus manos salían caricias
que mantenían su pueblo lleno de vigor y energía especial. La felicidad era la
base de su reino.
Un día se enfermó y cayó en
cama: el verde azulado de sus ojos se tornó gris, y aunque no era su deseo, se
escapaba tristeza de su rostro. Sus manos carecían del movimiento necesario
para transmitir la fuerza interior que la caracterizaba. Sus largos cabellos
reposaban sobre su cuerpo cubierto, dibujando formas tan bonitas y dulces que
habrían atraído a cualquier príncipe de reinos lejanos, si hubiese sabido de
ella.
Todos pasaron junto a su
cama para dejar a su vera miles de regalos. Todos lloraban, aunque secaron sus
lágrimas al cruzar junto a ella para que no sintiera la tristeza que tenían al
verla así. Hicieron cuanto pudieron por devolverle la luz que siempre había
tenido, pero poco a poco se iba perdiendo.
Después de varios meses, una
mañana, se presentó un joven apuesto, alto, de andar firme y en sus ojos ese
brillo que da la seguridad. Se acercó a su cama, tomó la mano de nuestra
princesa, la besó y sonrió sin dejar de mirar sus ojos. Y toda la mañana la
pasó allí: le habló de mil lugares que sólo él conocía, y le contó otras tantas
historias por las que había cruzado. Mientras hablaba construía cosas con sus
manos sirviéndose de otras más simples que iba tomando de alrededor, y al caer
la noche, con ese aire del niño que jamás ha pecado, le declaró su amor.
Los ojos de la princesa
parecieron brillar por un instante, sus labios se fruncieron en un mohín alegre
para dejar salir su primera sonrisa después de tanto tiempo.
A la mañana siguiente ya
estaba mejor. El joven se quedó en el castillo y pasaba los días junto a su
cama haciéndola reír, pero sin lograr totalmente que se levantara y corriera
por los campos verdes que cubrían su reino, rompiendo el aire fresco con sus
largos cabellos.
Una noche de lluvia tocaron
el puente levadizo del castillo de piedra. Las cadenas bajaron y se oyó el
chocar de madera al caer. Unos pasos muy lentos cruzaron y trajeron al patio un
hombre empapado, bastante mal vestido y cubierta su cara por una barba negra
que dejaba brillar una mirada teñida por el tiempo y los largos caminos.
Atravesó para dejar atrás
los torreones, y al final llegó donde la princesa, tumbada en cama, observaba
la puerta de su cuarto. Se acercó a ella chorreando en agua … y la miró. Sus
ojos se cruzaron: ni una sonrisa, ni una palabra …
Nunca nadie del reino supo
qué le dio, pero al día siguiente la princesa corría los campos verdes
perseguida entre gritos y risas
por el primer visitante, mientras que el segundo, sentado en el césped, los
miraba en silencio, callado …
acariciando su barba.
Cuentan que la princesa …
¡por siempre guardó a los dos!
Nykur
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